lunes, 6 de julio de 2015

Vigésimo segundo relato. MEMORIAS


Humo, alcohol, muchedumbre, confusión y fotografías. Fotografías que relatan esa fiesta, que mi mente coloca en orden y cobran algo de sentido. No había estrellas y el cielo pasó de ser negro a ser gris azulado. Había mil miradas. Algunas buscaban labios que besar apasionadamente. Otras buscaban miradas que hablaran por si solas y que llevaran a esos cuerpos inertes hacia el más profundo éxtasis entre caricias, mimos y suspiros hiperventilados. No sé que buscaba mi mirada, no logro recordarlo por ahora. Diversas imágenes me muestran una silueta que recordé al instante. Enormes ojos marrones y una sonrisa hipnotizadora. Recuerdo su voz alegre y seria a la vez, grave y aguda, un conjunto de contradicciones que se esfumaban con el humo de aquel cigarrillo que compartimos. Ya recuerdo que buscaban nuestras miradas. Buscaban sonrisas entre absurdas conversaciones que parecían inauditas ante esa melodía confusa que cambiaba y que provocaba que todos aquellos que habíamos allí, nos conociéramos o no, entráramos en locura y bailáramos pegando nuestros cuerpos a ritmos variados que ni siquiera éramos capaces de reconocer con exactitud.  Más fotografías relatan lo sucedido. Puedo ver bailes, pero la imagen no es nítida pero sé que esos ojos y esa sonrisa que me encandilaron desde un primer momento ya no estaban conmigo, no iban a mi son. Recuerdo llegar, estirarme, cerrar los ojos y al despertar la mañana siguiente, contemplar con impotencia como esas fotografías, esos recuerdos se fueron, se mezclaron en alcohol, bailaron con la muchedumbre y finalmente se aliaron con la confusión causando dolor. Entonces, ¿por qué bebemos? ¿por qué deseamos olvidar si no somos conscientes de si es malo o no? Puedo sonreír, todos los recuerdos se marcharon menos la secuencia de sonrisas de esa silueta desconocida que puedo afirmar que no olvidaré nunca.

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